¿Qué esperamos de nuestras intervenciones educativas?

 Cuando escuchamos de talleres educativos que lograron pocos cambios, ¿qué es lo primero que pensamos?, ¿es acaso la falta de compromiso de los capacitados?; o tal vez, ¿problemas con la información?. Aparte de que en algunas ocasiones puedan presentarse estos problemas, debemos pensar siempre en el fundamental accionar de parte de los capacitadores para lograr el cambio o creación de hábito de prácticas saludables en sus capacitados, ya que, al ser muchos factores los que determinarán el éxito o no de la consejería o taller educativo. Se debe tener especial cuidado en la metodología con que se llevará a cabo de inicio a fin. Entonces nos lleva a pensar, ¿cómo deberían ser las estrategias de los capacitadores para lograr un cambio en sus capacitados?, ¿qué se lograría al cumplir con dichas estrategias?

Al momento de organizar y llevar a cabo un taller o consejería, esperamos que ciertos aspectos se cumplan, para poder afirmar el éxito del proyecto en nuestro público objetivo, entre ellos pueden estar:

 - Que el público se de cuenta del problema presentado.

- Sean capaces de plantear soluciones y ejecutarlas.

- Tengan compromiso con sus acciones.

Para asegurarnos de que estos aspectos se cumplan en nuestra intervención, debemos tomar en cuenta la manera en que nos dirigimos desde el momento en que iniciamos. Podemos hablar aquí, del rol de las emociones y cómo se involucran al momento del aprendizaje.

Potenciar la expresión emocional en el aula o el recinto académico complementaría el desarrollo cognitivo porque fijaría cualidades como la motivación o la responsabilidad hacia el acto de aprender. (Albornoz Y, 2009). Iniciar las sesiones con dinámicas para “romper el hielo” son una manera divertida de conocerse entre los integrantes del taller y que incluso contribuirá a nuestro objetivo de generar un aprendizaje significativo.

Sabemos que la parte sustancial y “pesada” de nuestra intervención, es la parte donde tenemos por objetivo la transferencia del aprendizaje; y es que esta parte, suele llevarse a cabo de una manera obsoleta, en la que los actores sociales se limitan en charlar, lo cual, llena a su público con información, pero esta no será usada adecuadamente ni generará un cambio significativo si es repartida de esa forma.

 La capacidad de aprender a aprender exige la habilidad para aprovechar todos nuestros sentidos y nuestra interacción con el medio, para construir conocimiento. (Romero M, 2010) Para ello, se plantea la propuesta del aprendizaje experiencial, que busca la participación activa de ambas partes, pero principalmente de los capacitados, busca que estos estén involucrados en todo momento en su propio aprendizaje.

Más aún, el aprendizaje experiencial ofrece una oportunidad única para conectar la teoría y la práctica. (Romero M, 2010)

Y es que, actualmente existen diversos métodos y herramientas de aprendizaje en las cuales podemos apoyarnos; partiendo siempre por la observación, donde los participantes notan el problema de su realidad; luego se sigue con la reflexión y/o teorización, en el que se busca que los participantes piensen en los puntos clave a tomar en cuenta para pasar al siguiente paso, que es de proponer soluciones, basándose de su propia experiencia.

Por último, es importante mencionar también, la importancia de la retroalimentación en los momentos oportunos de la consejería o taller. La retroalimentación no es una forma de evaluación, sino, y con un mejor objetivo, busca la autorreflexión y autorevisión de los conocimientos, además de reforzarlo y mejorarlo.

Referencias

● Albornoz, Y. (2009). Emoción, música y aprendizaje significativo. EDUCERE, 13(44), 67–73. Retrieved from http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-49102009000100008 ● Romero, M. (n.d.). EL APRENDIZAJE EXPERIENCIAL Y LAS NUEVAS DEMANDAS FORMATIVAS. Retrieved November 18, 2022, from Ujaen.es website: http://revista.ujaen.es/huesped/rae/articulos2010/edu1008pdf.pdf

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